Un lugar pequeño, pero con una gran historia
Arcatao ubicado en el Departamento de Chalatenango. |
Redacción: Oscar Orellana
Crónica de un lugar pequeño, pero con gran historia
Durante
las vacaciones de Semana Santa visité con mi familia Arcatao, un municipio del Departamento
de Chalatenango, situado en un resplandeciente valle, lugar atractivo e
histórico que colinda con la frontera de El Salvador y Honduras.
Pensé
que sería un día aburrido, pues el clima estaba un poco nublado, con precipitaciones
de lluvia, por lo que imaginé que nos iba arruinar uno de los pocos días en los
que solemos salir en familia. Sin embargo, al llegar al pueblo, la temperatura
era diferente, pues estaba asoleado y un poco caluroso. Entonces mi estado de
ánimo cambio y como llevaba mi cámara decidí irme a tomar fotos.
Comencé a recorrer las calles de
bloques del pueblo, a eso de las 10 de la mañana, para conocer la variedad de
artesanías que los emprendedores fabricaban, entre ellas encontré un sinfín de
atrapa sueños de diversidad de colores que resaltaban entre las demás joyerías.
Según el vendedor son reconocidos en el lugar, ya que son un símbolo de ilusión
y alegría para quienes las conservan.
Alrededor
de los locales se encontraban los famosos portales, una representación del
icono histórico de Arcatao. Era una delicia ver aquellas grandes casas que
rodeaban al parque central con sus coloridas paredes y con sus pilares de
madera fina que daban un toque único al lugar. Según los lugareños la infraestructura es antigua y
aún la conservan por ser un conjunto de interés cultural.
En medio
de éstos se encontraba la iglesia con un tono celeste resplandeciente. Su parte
interior era color café y sus paredes estaban llenas de fotografías de personas
que murieron en el conflicto armado. Asimismo de mujeres y niños desaparecidos durante la guerra. Algo inusual
que tenía la iglesia era que no contaba con imagen de Santos o vírgenes, pues lo
único que tenía era la estatua del
patrono del pueblo, San Bartolomé Apóstol.
Al salir
de la iglesia y caminar por la pequeña plaza, que adornaba la parroquia con un
espectacular quiosco de color vino, rodeado de señores que entre carcajadas y
pláticas se relajaban, encontré una señora que vendía frescos, me dispuse
a comprar uno de horchata, ya que el
calor estaba insoportable; mientras la vendedora preparaba la refrescante y
fría bebida, me comentaba que le agradaba que visitáramos al pueblillo, puesto que ellos son amable con los turistas. Y sí, así lo eran, pues me sentí en
confianza hablando con ella.
A eso de
las 11 am me dirigía hacia el museo “La memoria sobreviviente”, pero detuve a
fotografiar una casa que tenía dibujada la silueta de Schafik Handal
un personaje histórico. Por lo visto los habitantes llevan en la sangre la
historia. Era sorprendente mirar la infraestructura, ya que aún conservaban su
estilo colonial: casas de adobe y tejas; los colores representativos de éstas
como el amarillo, azul, verde y más el rojo.
Del mismo modo,las calles por lo general eran inclinadas y estrechas, así que para llegar de un lugar a otro tenía que subir y bajar, un ritmo dramático y divertido, pues no estaba acostumbrado a ese tipo de ejercicios, pero como estaba ansioso por conocer más, casi ni notaba mi cansancio.
Del mismo modo,las calles por lo general eran inclinadas y estrechas, así que para llegar de un lugar a otro tenía que subir y bajar, un ritmo dramático y divertido, pues no estaba acostumbrado a ese tipo de ejercicios, pero como estaba ansioso por conocer más, casi ni notaba mi cansancio.
El replicar de las campanas avisaba que la
misa de las 12 del mediodía había finalizado, ya que se veía un sinfín de gente
saliendo de la iglesia y expandiéndose entre la placita.
Llegue a una de las galerías de personajes
mitológicos representativos de Arcatao. Estas casas pintaban un color
anaranjado, según los habitantes es para llamar la atención de los turistas, yo
no lo creía así, pues lo que me dio curiosidad fue el cuadro de casi un metro y
medio que se encontraba colgado de la puerta; tenía plasmado el rostro de un
anciano de aproximadamente 90 años, las personas dicen que el retrato es de
“don juan” un curandero que existió hace décadas.
Al salir
de lugar me reuní en la placita con mi familia para ir a almorzar al
restaurante “Makaio”. Nombre extraño que
nunca supe su significado. Estaba justo cerca de la iglesia, por lo que se veía
pasar y venir a las personas; tenía mesas verdes y sillas rojas, colores
exóticos. Pedimos sopa de gallina india
y el tradicional refresco de tamarindo. Debo de resaltar que los platillos
típicos eran delicioso, con un aroma a criolla único, me encantó. Asimismo la
atención fue excelente.
Algo que
se puede destacar del lugar eran sus ríos que se entrelazan entre sí, divididos
por puentes peatonales o automovilísticos. Arroyos refrescantes y de aguas
cristalinas que daban un toque ideal al municipio. Además conocí y aprendí muchas cosas como: que en náhuatl Arcatao
significa “Cuevas de Serpientes”. Sin dudarlo uno de los mejores lugares que he
visitado y al cual quiero volver una vez más.
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